PREGUNTAS COMUNES
Inmigración legal
¿Por qué no hacen la cola y punto? ¿Por qué no vienen de forma legal y con los papeles en regla?
racismo
¿Es racista decir que hay demasiados inmigrantes?
control migratorio
“¿Por qué no podemos elegir quién entra y quién no?”
¿La inmigración crea riqueza o trae problemas?
La inmigración es un fenómeno histórico, complejo y universal que genera tanto riqueza como problemas. A largo plazo, la evidencia muestra de forma consistente que aporta beneficios netos para la mayoría de la sociedad, pero eso no justifica que ignoremos los impactos negativos que se pueden producir cuando se dan determinadas circunstancias.
La gestión política actual tiende a generar inseguridad y desorden. Sin reglas claras, los que ganan son grandes fortunas que se lucran explotando, mafias de la trata o políticos de eslóganes fáciles; mientras el resto asumimos los costes derivados de políticas arbitrarias o incoherentes. La falta de regulación realista y responsable crea riesgos innecesarios para las propias personas migrantes y termina afectándonos a todos menos a unos cuantos.
Para comenzar a distribuir de forma equilibrada los beneficios de la inmigración y abordar de manera efectiva sus problemas, debemos empezar por reclamar mecanismos oficiales -hoy por hoy ineficaces o insuficientes cuando no directamente inexistentes- que posibiliten formas ordenadas y legales de llegar, entrar, trabajar y residir en nuestro país con seguridad jurídica y respeto a los derechos de todos.
PREGUNTAS COMUNES
Inmigración legal
¿Por qué no hacen la cola y punto? ¿Por qué no vienen de forma legal y con los papeles en regla?
racismo
¿Es racista decir que hay demasiados inmigrantes?
control migratorio
“¿Por qué no podemos elegir quién entra y quién no?”
El caso español
En 25 años hemos pasado de casi no tener inmigrantes a estar entre los países con más población nacida fuera. Esto ha sido clave para nuestro crecimiento económico y los expertos ya hablan del “milagro económico español”. Pero es bastante probable que tú no hayas notado este milagro.
España es un ejemplo de como la inmigración impulsa la economía: en apenas 25 años hemos pasado de menos del 3 % a más del 15 % de población nacida en el extranjero. Este salto demográfico impulsa un PIB que crece en torno al 2 % anual -casi cuatro veces la media de la UE- mientras Alemania o Reino Unido se estancan tras endurecer fronteras.
Pero ese “milagro” apenas llega a los bolsillos de la mayoría: con una economía volcada en turismo y hostelería, los salarios no crecen, la vivienda se dispara y la presión fiscal recae en la clase media. ¿A dónde va la riqueza? En el mismo periodo la desigualdad ha aumentado y los multimillonarios se han multiplicado. Quienes más ganan con la ausencia de reglas claras -grandes cadenas turísticas, fondos inmobiliarios y macroexplotaciones agrícolas- disponen de poder suficiente para presionar a favor de la desregulación, contener salarios y blindar sus fortunas.
Para ello mantienen políticas migratorias lentas y restrictivas -trámites eternos, cupos irreales y visados limitados- generando bolsas de irregularidad que abaratan costes laborales. Gobiernos de todos los colores han perpetuado este modelo, privatizando beneficios y socializando costes.
Para romper ese círculo vicioso, se necesita una gestión migratoria ordenada y justa que abra vías legales reales: visados sectoriales acordes a la demanda, Tarjeta Azul unificada y ágil para profesiones demandadas, programas de reubicación y reasentamiento que funcionen. Con reglas claras, plazos razonables y límites razonables, la riqueza generada podrá alinearse por fin con el interés de la mayoría.
Inmigración y seguridad
Decir que los delitos violentos no han dejado de bajar desde mediados de los 90 (coincidiendo casualmente con la llegada masiva de inmigrantes a España) no es ningún consuelo para quienes han sufrido un crimen o temen ser víctimas.

Repartidor de Glovo durmiendo en la calle
Decir que los delitos violentos no han dejado de disminuir desde mediados de los 90 (coincidiendo casualmente con la llegada masiva de inmigrantes a España) no es ningún consuelo para quienes han sufrido un crimen o temen ser víctimas. Esta sensación de inseguridad es explotada por medios de comunicación, que llevan décadas aumentando la cobertura de delitos violentos, y por políticos que culpan a los inmigrantes pero que nunca proponen medidas concretas y efectivas, porque se benefician electoral y económicamente del caos y la inseguridad.
Cuanto más arbitrarias son las políticas migratorias, más fácil resulta que el discurso “inmigración = delito” bloquee cualquier reforma sensata.
Sin embargo, la inseguridad no la causa la inmigración, sino la ausencia de reglas claras. Cuando obtener un visado se vuelve un laberinto, la cita previa una lotería y el arraigo solo regulariza tras años de clandestinidad,empujamos a la gente a la inseguridad, fomentamos la explotación y perdemos el control sobre su distribución territorial y su integración social, generando un caldo de cultivo para la sensación de inseguridad. Las políticas migratorias arbitrarias no solo crean tensiones al impedir la entrada legal sino que hacen que cualquier reforma tropiece con quienes ya identifican inmigración con delito, perpetuando la espiral.
En materia de seguridad, a muchos políticos les resulta más cómodo señalar a los inmigrantes que arreglar un sistema que fomenta la inseguridad, la irregularidad, la clandestinidad y el miedo.
La única manera efectiva de romper este círculo vicioso es crear vías oficiales, ordenadas y seguras para la inmigración legal: corredores humanitarios, visados especiales, programas de reasentamiento, permisos de trabajo regulados… Ordenar la inmigración no es una solucion mágica para ordenar la seguridad, pero desde luego si eliminariamos algunos problemas como el de las mafias que se lucran de la trata de personas. Por otro lado sin un sistema justoy sin oportunidades ¿conque legitimidad podemos castigar a los que incumplan la ley? La seguridad no se construye con muros, sino con puertas legales, que—como en una presa—controlan los flujos. Sin ellas, el agua siempre buscará salidas peligrosas.
PREGUNTAS COMUNES
Delitos y expulsiones
¿Por qué no aprueban una ley para expulsar del país a quienes delinquen varias veces?
Menores extranjeros
¿Qué hacemos con los MENAS?
control migratorio
“¿Por qué no podemos elegir quién entra y quién no?”
Inmigración y empleo
España arrastra un desempleo estructural que, incluso en las mejores rachas económicas, sigue entre los más altos de la UE. A ello se suma que los salarios reales apenas han crecido en veinte años.

Trabajadores denuncian condiciones precarias de vida.
España arrastra un desempleo estructural que, incluso en las mejores rachas económicas, sigue entre los más altos de la UE. A ello se suma que los salarios reales apenas han crecido en veinte años. Resulta plausible pensar que priorizar solo a quienes ya viven aquí hasta que “arreglemos lo nuestro” resolvería el problema. Esa idea, legítima de partida, se convierte en lemas como “cierre de fronteras” o “los españoles primero”, sin aportar soluciones reales.
El paro y los salarios estancados no los provoca la llegada de inmigrantes; pero empezarían a resolverse si estos pudieran entrar con plenos derechos laborales, obligando a las empresas a competir hacia arriba y a los sectores de baja productividad a modernizarse.
Quien haya buscado trabajo o intentado contratar sabe que el mercado laboral es mucho más complejo: puede haber paro y, a la vez, falta de personal. Esa desconexión se repite en casi todas las economías avanzadas. Los intentos de cierre de fronteras, como el Reino Unido tras el Brexit o EE. UU. bajo Trump, no solo fracasan, sino que generan efectos en los sueldos y en el desempleo contrarios a los buscados.
Sin visados ágiles ni una inspección laboral sólida, la bolsa de mano de obra barata seguirá hundiendo los sueldos de todos. El Brexit y la era Trump demuestran que cerrar fronteras no soluciona nada: solo encarece la mano de obra y frena el crecimiento.
Sin vías reguladas de entrada, la migración acaba en la irregularidad y alimenta una bolsa de mano de obra explotable que deprime sueldos y sostiene sectores de bajo valor añadido. Cuando los inmigrantes trabajan con plenos derechos y la inspección laboral es efectiva, la competencia a la baja desaparece, aumenta la productividad y los salarios mejoran. En definitiva, el paro crónico y los sueldos estancados no se deben a la llegada de inmigrantes, sino a que muchos entran sin los derechos laborales que obligarían a las grandes empresas a competir al alza en salarios y forzarían a los sectores de baja productividad a reinventarse.
PREGUNTAS COMUNES
natalidad
¿Por qué no centrarnos en aumentar la natalidad en lugar de recurrir a la inmigración?
ayudas sociales
¿A los inmigrantes “ilegales” les dan más ayudas que a los españoles?
Inmigración y valores
La «nación» puede significar cosas muy distintas según la persona. Para algunas, forma parte esencial de su identidad, ligada a su idioma, cultura, infancia o incluso a logros de antepasados con quienes no tienen una relación directa.

Una pareja gay camina por las calles de Madrid.
La «nación» puede significar cosas muy distintas según la persona. Para algunas, forma parte esencial de su identidad, ligada a su idioma, cultura, infancia o incluso a logros de antepasados con quienes no tienen una relación directa. Lo interesante de esta visión es pensar que esa identidad no ha permanecido fija e inmutable durante siglos. Siempre ha evolucionado y seguirá haciéndolo. Para otras, la nación representa valores compartidos como la libertad de expresión, la igualdad de género o los derechos civiles de las minorías sexuales. Valores que no son un hecho garantizado, que han costado mucho esfuerzo y que pueden perderse fácilmente. Aunque ambas visiones suelen considerarse moralmente superiores entre sí, en ambas encontramos personas que ven en la migración una amenaza. Ese miedo, fundado o no, es explotado con frecuencia con fines políticos.
Las identidades nacionales cambian; temer su evolución es negar nuestra propia historia. Hoy defender los derechos conquistados en nuestras sociedad significa garantizar que sean de todos los que viven y trabajan en ella.
Para esos profesionales del espectáculo político, la nacionalidad no tiene nada de trascendente: puede obtenerse y perderse, tener varias simultáneamente, heredarse e incluso comprarse. Nuestras políticas públicas han transformado la nacionalidad en una mercancía con alto margen de beneficio para la hacienda pública, como demuestra el hecho de que durante años la “visa de oro” para millonarios haya sido prácticamente la única vía plenamente legal y segura para adquirirla. Jurídicamente, la nacionalidad define quién tiene derecho a tener derechos. Si aceptamos que alguien pueda ser privado de derechos simplemente etiquetándolo como “inmigrante”, ninguno de nuestros derechos está realmente garantizado.
Cuando los valores compiten en igualdad, ganan siempre los que amplían libertades y respetan minorías. Integración plena y educación de calidad aceleran la adopción de valores democráticos.
En una sociedad democrática, los valores que garantizan libertades —pensamiento crítico, igualdad de género, respeto a la diversidad sexual, derechos reproductivos— terminan imponiéndose por su propia fuerza. Si ofrecemos a las personas inmigrantes una educación y una integración plena para ellas y sus hijos, todos compartiremos esos principios democráticos en menos de una generación. Cuando los valores compiten en igualdad de condiciones, aquellos que amplían derechos civiles y respetan minorías son siempre los más atractivos. La inmigración no reemplazará nuestra cultura, identidad o derechos, porque las personas inmigrantes no poseen una identidad, cultura ni agenda únicas. Al contrario, pueden fortalecerlas si impulsamos políticas basadas en el reconocimiento de la realidad en lugar de la explotación de nuestros miedos o fantasías.
PREGUNTAS COMUNES
natalidad
¿Por qué no centrarnos en aumentar la natalidad en lugar de recurrir a la inmigración?
racismo
¿Es racista decir que hay demasiados inmigrantes?
Inmigración y vivienda
Culpar a la inmigración de la crisis habitacional podría parecer lógico a primera vista: más población implica más demanda de viviendas. Pero también implica más demanda de comida, y no pasamos más hambre que hace 70 años, a pesar de ser muchos más.

Una pareja mira anuncios inmobiliarios.
Culpar a la inmigración de la crisis habitacional puede parecer lógico a primera vista: más población implica más demanda de viviendas. Pero también implica más demanda de comida, y no pasamos más hambre que hace 70 años, a pesar de ser muchos más. Este argumento ignora la raíz del problema, que no es el número de personas, sino cómo se gestiona el mercado inmobiliario. Durante años, España ha priorizado la especulación y el negocio inmobiliario sobre la vivienda como derecho, permitiendo que fondos de inversión, propietarios de grandes carteras de viviendas y plataformas de alquiler turístico eleven artificialmente los precios y expulsen a las personas con menos recursos económicos, sean nacidas aquí o fuera.
Si el problema de la vivienda es la inmigración, siempre habrá excusas; si el problema es la vivienda, hay soluciones.
Desde luego, en el problema de la vivienda no ayudan las actuales políticas migratorias, que crean bolsas de irregularidad y vulnerabilidad y aceptan condiciones precarias de alojamiento. Nadie vive en condiciones infrahumanas porque lo elija, sino porque no tenemos inspecciones que vigilen a quienes realquilan en estas condiciones. Nadie ocupa una casa sabiendo que los vecinos pueden denunciarle, que cualquier día le pueden desalojar o que puede perder la escuela de sus hijos y sufrir cortes de suministros porque lo prefiera antes que disponer de una vivienda con derechos.
Lo que no resolvimos cuando afectaba solo a inmigrantes -que alguien que viene a trabajar no pueda pagarse un piso- hoy lo pagamos todos.
Si realmente nos preocupa el acceso a una vivienda digna, necesitamos políticas que lo solucionen independientemente del lugar de nacimiento de quien viva en ella. La gente que viene a trabajar tiene que poder pagarse un piso. Este es un problema que, por no haber atajado cuando lo sufrían solo los inmigrantes, ahora lo sufrimos todos.
PREGUNTAS COMUNES
ayudas sociales
¿A los inmigrantes “ilegales” les dan más ayudas que a los españoles?
Efecto llamada
El efecto llamada es uno de los conceptos más polémicos del debate migratorio. Su supuesta existencia varía según la definición que adopte cada ideología.

Anuncio de un restaurante en busca de personal.
El efecto llamada es uno de los conceptos más polémicos del debate migratorio. Su supuesta existencia varía según la definición que adopte cada ideología. Para unos, cualquier regularización o vía legal actúa como imán de inmigración masiva; para otros, las causas son estructurales y la mayoría migra por necesidad, no por incentivos coyunturales.
Un debate riguroso no puede basarse en prismas ideológicos. El verdadero efecto llamada lo provoca nuestro mercado laboral, y la irregularidad la causa la ausencia de vías de ingreso controladas. Los estudios indican que las políticas restrictivas apenas cambian la decisión de migrar, pero sí alteran cómo, cuándo y por dónde se viaja: desvían rutas hacia países o ciudades vecinas y provocan repuntes de llegadas justo antes de cada cierre.
El verdadero efecto llamada no lo crean las regularizaciones, sino un mercado laboral que necesita mano de obra y carece de vías legales. Las políticas restrictivas no frenan la migración: solo desvían las rutas y adelantan las llegadas antes de cada cierre.
España ha vivido ambos fenómenos. La falta de canales legales en la UE atascó a miles de personas en países de tránsito y acabó generando entradas desordenadas aquí. Además, hemos padecido insolidaridad de gobiernos vecinos que venden a su electorado una caída ficticia de la inmigración: restringen sus propias entradas legales, desvían el flujo hacia rutas que pasan por España y, finalmente, esos migrantes terminan en los mismos países que decían haber cerrado la puerta. Ese juego desleal se reproduce incluso entre comunidades o municipios: una simple ordenanza puede trasladar el problema a la localidad contigua.
Tras cuatro décadas de endurecimiento y la práctica desaparición de circuitos legales, la inmigración no se ha detenido. Externalizar la gestión en regímenes dictatoriales que luego nos chantajean no ha funcionado. La solución para evitar el efecto llamada no puede ser tratar peor cada vez a quienes vengan. Dispositivos como Frontex consumen miles de millones y solo “disuaden” a quienes pierden la vida en el intento.
Tratar peor a quienes llegan por miedo a provocar si no un efecto llamada únicamente beneficia a las mafias y a los regímenes que nos chantajean. Con mecanismos oficiales seguros, la gente elige la puerta legal antes que la trata o los viajes mortales.
España debe decidir si quiere hacer valer su posición en Europa para canalizar migraciones inevitables de forma coordinada y segura, con reglas comunes a todos los territorios. Si los gobiernos establecen mecanismos oficiales para migrar sin exponerse a riesgos innecesarios, la gente los elegirá frente a la trata de personas, la explotación o los viajes peligrosos, aunque tenga que esperar más o entrar solo cuando y como se le indique.
PREGUNTAS COMUNES
Menores extranjeros
¿Qué hacemos con los MENAS?
Inmigración legal
¿Por qué no hacen la cola y punto? ¿Por qué no vienen de forma legal y con los papeles en regla?
Servicios básicos y competencia por recursos escasos
La inmigración, como cualquier fenómeno demográfico básico, provoca cambios que, si no se gestionan con políticas adecuadas, pueden derivar en problemas reales de vivienda, sanidad o servicios básicos.

Dos personas en la entrada de un centro de salud, que exhibe un cartel de la campaña “Los recortes en sanidad matan”
La inmigración, como cualquier fenómeno demográfico básico, provoca cambios que, si no se gestionan con políticas adecuadas, pueden derivar en problemas reales de vivienda, sanidad o servicios básicos. Pero, como demuestran los casos de Ucrania o Venezuela, la acogida es perfectamente posible sin desatar crisis ni convertirse siquiera en noticia cuando nuestros gobiernos actúan con responsabilidad y orden en lugar de enfrentar a la población en una competencia por recursos. Los inmigrantes comparten los mismos problemas de acceso a vivienda o sanidad que el resto de la población: excluirlos no mejorará esos servicios. Todo lo contrario.
Excluir a los inmigrantes no alivia la presión sobre los servicios; la agrava. La falta de planificación política —no la inmigración— es lo que recorta la sanidad y la educación.
Tenemos políticos cobardes que no se atreven a decir: “España necesita X cantidad de migrantes, y los vamos a traer de esta forma”, y que siguen gestionando el fenómeno sin planificación mientras recortan la inversión en servicios básicos. Si queremos que las personas inmigrantes puedan llegar de forma legal a nuestro futuro, necesitamos un sistema ordenado y predecible ahora.
El invierno demográfico, no la llegada de personas, será el verdadero reto para España. Sin vías legales y previsibles, la escasez de trabajadores asfixiará nuestra economía.
En la España vaciada existen localidades abandonadas institucionalmente, donde la ausencia de inmigrantes no ha fortalecido los servicios, sino que los ha hecho desaparecer. También tenemos regiones enteras que empiezan a mejorar económicamente pero que no serán viables demográficamente sin inmigración. Cuando una familia refugiada evita que cierre una escuela rural, el pueblo la recibe con alegría. España no está entre los países más ricos del mundo. Por eso debemos apostar por servicios básicos como la sanidad y la educación, porque salen mucho más baratos que la enfermedad y la ignorancia. Nuestros servicios básicos tienen problemas propios: listas de espera, ratios escolares, reducción de la atención primaria, colapso de urgencias o segregación escolar, ante los cuales el Estado no interviene. Sería tremendamente cobarde culpar a los inmigrantes de estos problemas en lugar de enfrentarlos y denunciarlos directamente.
PREGUNTAS COMUNES
natalidad
¿Por qué no centrarnos en aumentar la natalidad en lugar de recurrir a la inmigración?
racismo
¿Es racista decir que hay demasiados inmigrantes?
Este es un espacio abierto y nos interesa tu opinión.
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¿Por qué no hacen la cola y punto? ¿Por qué no vienen de forma legal y con los papeles en regla?
Partamos de la siguiente premisa si queremos tener un debate basado en la realidad: Hoy por hoy NO existe la posibilidad de «inmigración ordenada» con la que muchos políticos se llenan la boca. Para la inmensa mayoría —todo el que no pueda pagar la visa oro para multimillonarios— las ventanillas de entrada regular están selladas con requisitos imposibles: ofertas laborales certificadas desde el extranjero, límites de admisión no realistas, citas que se agotan en minutos y trámites que duran años.
El sistema empuja primero a la puerta trasera (patera, visado de turista o de estudiante que caduca, salto de valla) y, solo cuando ya hay miles de personas en la irregularidad, repara su propia chapuza con una regularización masiva. El resultado de esa mala gestión es que se mantiene el máximo tiempo posible a la gente en una bolsa fácilmente explotable y con miedo a la expulsión. Una regularización masiva —como las que ya aprobaron gobiernos de distintos signos— no premia al “migrante malo” que eligió entrar irregularmente y castiga al “migrante bueno” que cumplió las normas, porque estamos obligando prácticamente a todos a entrar irregularmente.
Si realmente queremos que los inmigrantes vengan legalmente, la solución no es primero llamarlos, después cerrarles la puerta y, por último, criminalizar a quien se cuela. La solución empieza por abrir, por fin, una ventanilla con requisitos, plazos y límites claros.
“¿Por qué no podemos elegir quién entra y quién no?”
La idea de filtrar personas según sus currículos y las necesidades nacionales suena razonable, pero la movilidad humana -trabajo, turismo, negocios, redes familiares o catástrofes- se parece más a una corriente que a una puerta. Taponarla solo traslada a los recién llegados a la economía sumergida, donde trabajan sin derechos y fuera del radar.
Cuando alguien puede registrarse, firmar un contrato y renovar su documentación, está en el radar de la policía, tributa y se integra. En la UE se registran cientos de millones de cruces de fronteras al año; pretender un interrogatorio caso por caso es logística y financieramente inviable.
Prometer “que venga solo quien cumpla los requisitos” será una solución solo si esos requisitos son realistas y la burocracia no tarda años. Incluso quienes defienden la libertad de movimiento y la abolición de las fronteras podrían aceptar que, hoy por hoy, una cola con requisitos claros sería mejor que la arbitrariedad actual. Incluso quienes defienden elegir estrictamente quién viene y quién no podrían admitir que la implementación de vías de ingreso controladas daría mucho más control sobre quién entra que el sistema actual. Nadie defiende el caos, pero el “control total” es un espejismo.
La verdadera seguridad no nace de muros de tecnología carísima que solo benefician a las empresas que los construyen, sino de pasillos legales: visados sectoriales acordes a la demanda, corredores humanitarios, reagrupación familiar sin esperas eternas, controles de identidad ágiles e inspección laboral que desactive a las mafias. El miedo a “dejar entrar criminales” es legítimo, pero la evidencia muestra que la clandestinidad facilita más la delincuencia de lo que la reduce. Gestionar la movilidad con reglas claras protege mejor -sobre todo frente a casos extremos como la radicalización o la multirreincidencia- que la fantasía de un control absoluto que solo genera desorden dentro y rutas mortales fuera.
¿Por qué no centrarnos en aumentar la natalidad en lugar de recurrir a la inmigración?
España registra hoy una de las tasas de natalidad más bajas del mundo: apenas 1,1 hijos por mujer en 2023, muy lejos del 2,1 que asegura el reemplazo generacional. Necesitamos políticas públicas que impulsen los nacimientos, pero sus frutos solo se recogen a décadas vista: un bebé que nazca ahora no cotizará a la Seguridad Social hasta 2045. Mientras tanto, las pensiones y los cuidados se pagan cada mes.
Ahí la inmigración marca la diferencia: incorpora población joven ya formada, que empieza a trabajar y cotizar de inmediato, sosteniendo el sistema mientras las políticas de natalidad maduran. Plantear “natalidad o inmigración” como si fuera un dilema es un error.
Sin relevo interior, ni siquiera el flujo migratorio más generoso bastaría para equilibrar la pirámide; sin aporte exterior, las medidas de conciliación y apoyo a las familias se quedarán cortas ante el envejecimiento acelerado. En realidad, ambas estrategias se potencian: una sociedad con mejores servicios públicos, horarios laborales más flexibles, vivienda accesible y canales migratorios claros y ágiles atrae a jóvenes trabajadores y facilita que las parejas se animen a tener hijos.
¿Es racista decir que hay demasiados inmigrantes?
Criticar las políticas migratorias es legítimo. Culpar a «la inmigración» de nuestros problemas, en cambio, no es que sea racista: es que además no tiene mucho sentido.
Fíjate en que, cuando alguien dice “hay demasiados inmigrantes”, a menudo excluye de esa afirmación a los inmigrantes que sí le gustan: extranjeros que vienen a invertir, profesionales altamente cualificados, turistas de larga estancia, “trabajadores honrados”, vecinos con los que se lleva bien e incluso a otros españoles que se mudan de una región a otra —aunque históricamente hayan sido considerados inmigrantes—, simplemente porque ya no queremos estigmatizarlos.
En realidad, al decir que hay demasiados inmigrantes, no estamos señalando a un grupo específico, sino creando un chivo expiatorio. Uno muy útil, porque permite a quien lo usa definir a posteriori, según le convenga, quién es migrante y quién no. Por eso es un concepto tan eficaz para desviar la atención de los problemas reales con los que se le asocia.
Tarde o temprano vamos a tener que decidir si queremos hablar en serio de nuestros problemas reales —vivienda, salarios, corrupción, desigualdad, servicios públicos—, entre los cuales están también las actuales políticas migratorias, o si preferimos seguir usando la inmigración como pantalla para no abordarlos. Porque si no lo hacemos, seguiremos haciendo exactamente lo que les conviene a quienes sí han creado esos problemas.
¿Por qué no aprueban una ley para expulsar del país a quienes delinquen varias veces?
Porque, en realidad, esas leyes ya existen. Desde 2015, el Código Penal permite sustituir penas de prisión superiores a un año por la expulsión del país. Es decir, cuando una persona extranjera comete delitos graves o reiterados, un juez puede decidir directamente su expulsión en lugar de que cumpla condena en prisión.
Además, el artículo 57.2 de la Ley de Extranjería también contempla la expulsión para extranjeros condenados por delitos con penas superiores a un año, independientemente de si la condena fue dictada en España o en el extranjero.
La sensación de que esta expulsión inmediata no ocurre puede deberse a la lentitud de algunos procedimientos judiciales. Pero incluso en casos de delitos menores existen procesos rápidos que permiten la expulsión inmediata tras la sentencia. Recientemente, se han habilitado nuevas vías para expulsiones por razones de seguridad nacional en las que no es necesario esperar una sentencia firme.
Las leyes actuales ya proporcionan todas las herramientas necesarias para actuar con agilidad frente a estos casos. Por lo tanto, si esta actuación no se está aplicando correctamente, deberíamos revisar la actividad de las distintas agencias de seguridad, en lugar de proponer nuevas leyes que ya existen.
¿Qué hacemos con los MENAS?
España comparte con Marruecos la frontera con el mayor salto de renta del planeta. Por pura aritmética, alguien va a intentar cruzarla: lo hacen turistas de lujo, empresarios, temporeros, estudiantes… y también menores que huyen de la pobreza u otros problemas.
Por ello, en materia de menores no acompañados no podemos permitirnos un sistema tan ineficiente: llegadas irregulares, tratos vejatorios, centros saturados, tutelas opacas… Un modelo que ofrece formación profesional, pero niega papeles para trabajar no solo resulta absurdamente ineficiente, sino que genera problemas a corto y medio plazo.
Frente a este sinsentido, la derecha plantea eliminar el sistema y la izquierda limitarse a parchearlo, como si alguna de esas dos cosas bastara para cambiar la realidad.
La solución sensata y barata pasa por abrir una ventanilla legal con cupos anuales de formación remunerada tramitados en origen; establecer tutela y reparto automático entre comunidades con financiación blindada; conceder permiso de residencia y trabajo desde el primer día; y acompañar la transición a la mayoría de edad con vivienda puente y mentoría laboral.
Con papeles y contrato reducimos el negocio de las mafias, aumentamos el control policial —porque sabemos quién vive y dónde— y recuperamos la inversión rápidamente: cada joven que cotiza devuelve en pocos años lo que costó su acogida.
Quienes temen que esto provocaría un “efecto llamada” olvidan que ni ellos mismos, ni nadie, mandaría a sus hijos bajo un camión si existiese un programa al que apuntarse y esperar una llamada.
En definitiva, no se trata de decidir si acogemos o rechazamos, sino de elegir entre acoger bien —con reglas claras, rapidez y retorno fiscal— o seguir improvisando y pagar las consecuencias en forma de exclusión, inseguridad y gasto público inútil.
Hacerlo bien exige pocos cambios normativos adicionales y beneficiaría tanto a los propios menores como a comunidades saturadas y a empresarios que se quejan de la falta de mano de obra. Lo que falta es la valentía política para coordinar y comunicar.